7.12.2011

Mientras miro un cuadro de Georgia O'Keffe

Georgia O'Keffe decía que "todo el mundo tiene muchas asociaciones con una flor... sin embargo, en cierta manera, nadie ve una flor; es tan pequeña, no tenemos tiempo... Así que me dije: pintaré lo que veo, lo que es la flor para mí, pero la pintaré grande y se sorprenderán de que hay que tomarse tiempo para verla". Georgia O'Keffe pintó, entonces, decenas de flores hasta convertir sus cuadros en verdaderos iconos. Y consiguió su propósito: nos hemos tomado tiempo para ver una flor. Guió nuestra mirada con verdadera pericia. Nos enseñó las entrañas de una flor: eso que se esconde tras sus pétalos. No es de extrañar que muchos hayan encontrado connotaciones sexuales en sus pinturas. Es la plasmación de lo íntimo, la sutilidad de lo pequeño y escondido, la sensualidad del color y la forma.

Las pinturas resultantes parecen abstractas, pero de hecho son transcripciones fieles de lo que ella vio. Tuvo un acierto sencillo y genial: variar la escala. Acercó tanto la mirada, miró con tanto detenimiento que el resultado, aunque tiene una referencia concreta a lo real, ya es otra cosa, es algo nuevo. Lo real, ese concepto tradicional de realidad, tiene unos estrechos límites que el arte nos ayuda a romper.

Las flores de los cuadros de O'Keffe no existen en la realidad, pero tienen su origen en ella y no hubieran sido posibles sin la mirada atenta de la artista sobre el modelo original. Es una conexión sutil y mágica. Y es más, desde que Georgia O'Keffe las pingó las flores originales tampoco son las mismas. Desde el momento en que vemos uno de esos grandes lienzos de lirios o amapolas la representación opera sobre el original, y ningún lirio ni amapola vuelve a mostrarse de igual modo a nuestros ojos. Georgia O'Keffe realizó unas pinturas maravillosas, pero no sólo eso, también dotó de mayor belleza a sus motivos originales. Y eso porque nos obligó a volver a mirarlas, a miralas mejor. Nos regaló tiempo, ese tiempo del que decía que carecíamos para mirar una flor.

7.05.2011

Canto de Curuxa

Casa Encendida celebra el décimo aniversario del programa Inéditos por el que desde el año 2002 han puesto en marcha el proyecto expositivo de jóvenes comisarios. Los proyectos ganadores del 2011 han sido: “Seres inanimados” de Bárbara Rodríguez Muñoz, “Después del silencio” de Pedro Portellano y “Alrededor es imposible” de Lorenzo Sandoval. Las tres propuestas pueden visitarse hasta el 11 de septiembre.
Particularmente inquietante para mí el proyecto planteado por Pedro Portellano. La imposibilidad del silencio en la sociedad contemporánea. El abuso del ruido en todas sus manifestaciones, sonoras o visuales. El espectáculo por doquier. El siempre-está-pasando-algo-de-importancia-planetaria. El grito. Y, en el otro extremo de la balanza, los sonido-fósil, esos sonidos que poco a poco desaparecen aplastados y engullidos por el ruido. Creo que todos podríamos hacer una larga colección de ellos, me los imagino expuestos en una vitrina con un alfiler en medio y las alas desplegadas con vivos colores ya un poco apagados. Leyenda debajo del sonido número 1 de mi colección, pinchado al corcho por un alfiler: Canto de curuxa. Cazado en 1984 en una noche asturiana por niña muerta de miedo.
Una propuesta contundente, profunda y tan reveladora que, paradójicamente, me ha impulsado a romper este largo silencio y recomendaros encarecidamente que no os la perdáis.